Las burguesías europeas se reorganizan militarmente ante un futuro social y economicamente incierto.
Vientos de guerra
soplan nuevamente tras la nuca europea. Durante las tres últimas décadas, el eje
Estados Unidos - Unión Europea pudo mantener sin competencias
apreciables su hegemonía económica y política sobre el resto del planeta.
Sin embargo, transcurridos 25 años desde que se
produjera el derrumbamiento de la Unión Soviética el panorama
mundial ha dado un giro de 180°. Nuevas potencias capitalistas emergentes están
sometiendo a las economías de los imperios históricos a un duro desafío. Aquel
planeta de "paz" que los exégetas del capitalismo nos dibujaban después
de que desapareciera el socialismo en el este europeo, parece haber llegado a
su fin.
La enorme capacidad productiva y económica algunos
países asiáticos está poniendo en jaque a las economías de las potencias
industriales de Europa y América del Norte.
Por otro lado, América Latina, condenada por su vecino del
norte a desempeñar el papel subsidiario de suministradora de materias
primas, intenta abrirse paso en mercados diferentes a los
tradicionales, bajo condiciones financieras menos lesivas a las que les
imponían los organismos internacionales, controlados por las entidades
financieras de los Estados Unidos y de la Unión
Europea.
¿POR QUÉ AHORA LA
MILITARIZACIÓN?
No es, pues, casual que en las últimas fechas, y
con reiterada insistencia, destacados portavoces tanto de la UE como del
gobierno alemán estén realizando llamamientos al rearme
y a la reorganización militar. El despliegue militar es la
"ultima ratio" a la que recurren las clases
hegemónicas para imponer a otros la preeminencia de sus intereses económicos.
Así ha ocurrido siempre a lo largo de la historia, y no existe ninguna razón que
permita pensar que esta regularidad ha sufrido hoy alguna
variación.
Hace unos días, el presidente de la
Comisión Europea, el derechista Jean-Claude Junker, se
pronunciaba abiertamente por la creación de un "Ejército
europeo". Su razonamiento al respecto fue de una gran nitidez, propia
de aquellos hombres y mujeres que tienen las ideas claras y mandatos expresos.
"Éste ejército - auguró sabiamente Junker - nos
permitiría conformar una política exterior y una política de seguridad comunes,
y compartir las responsabilidades de Europa ante los sucesos en
el mundo". Junker añadió a sus razones un cometido clave
que debería tener el "ejército comunitario":
"Permitiría a la UE reaccionar ante las amenazas contra los
países miembros de la Unión y estados vecinos".
A cualquier lector le bastaría con descifrar el significado de lo que
Junker entiende por "política de seguridad comunes",
"compartir responsabilidades" y "ante los sucesos en el
mundo", para detectar el largo alcance del mensaje del presidente de la
Comisión Europea.
Esta iniciativa no es baladí. Contiene explosivos
significados que afectan no sólo a la llamada "política exterior
europea". En un continente instalado en una crisis crónica desde
hace 8 años, la única política económica que los intereses del gran capital
contemplan como posibilidad para su relanzamiento expansivo consiste en la
aplicación de drásticas reducciones salariales, acompañadas por políticas
autoritarias. Pero las burguesías europeas y sus portavoces en las
instituciones políticas y administrativas, que poseen una centenaria
experiencia acumulada en la gobernanza de sus respectivos países, son
conscientes de que la aplicación de ese tipo de políticas puede tener - como ya
se está empezando a observar - arriesgadas y perturbadoras repercusiones en los
escenarios sociales europeos. El "ejército
comunitario" que las cúpulas de la UE
están proponiendo crear tiene también por objeto
responder a la posible aparición y
recrudecimiento de esas "contingencias" sociales.
UN DESAFÍO
CRUCIAL PARA LAS CLASES POPULARES
Sin entrar ahora en mayores precisiones, hoy
conocemos qué es lo que entienden las burguesías y los banqueros europeos por
"unidad". La unidad económica europea no supuso
solamente que los países periféricos del Sur y del Este del continente fueran
convertidos en simples consumidores de mercancías
manufacturadas producidas por Alemania, Holanda,
Francia y otros países industriales del Norte. Además, mediante la
imposición de onerosos préstamos estas potencias industrializadas les condenaron
a depender de su diktat con
carácter de perpetuidad.
Ahora, la creación de una "Unión
europea" con dimensiones castrenses no tendrá perfiles diferentes a
los que conocemos de la Europa económica. Ambos se encuentran
solidamente vinculados en sus objetivos. Si ese proyecto militarizador llegara
a materializarse, los escasos restos que quedan de la soberanía de los pueblos
europeos quedarían fulminados. Tanto los asalariados como las capas medias del
viejo continente quedarían imposibilitadas para pronunciarse por un modelo de
sociedad diferente al modelo impuesto por la sociedad de "libre
mercado".
Un proyecto como el que se propone desde las
cúpulas de la UE blindaría a la banca y a las burguesías
locales intermediarias ante la posibilidad de que en el marco de las sociedades
donde operan se produzca algún tipo de transformación social, económica o
política que afecte a sus intereses. Para evitar que esa posibilidad fuera
siquiera soñada por los pueblos, existiría siempre un ejército
"europeo" dispuesto a impedirlo
POR MANUEL MEDINA
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