La opacidad de las cajas de seguridad: el negocio que todo el mundo esconde


No existe ningún registro sobre el número de usuarios de este servicio en España

Las entidades bancarias guardan silencio sobre el número de clientes e incluso sobre sus tarifas

Las medidas de Hacienda de embargo de algunas cajas dieron un pobre resultado, recaudando sólo un 0,6% de lo esperado


Un hombre abre una caja de seguridad / Grupo Inviam


La entrada en una cámara acorazada recuerda inevitablemente a cualquier película de espías. Varias puertas blindadas, registro de la huella dactilar y dos llaves– una en manos del dueño de la caja y otra del responsable del establecimiento-. Un pequeño cajón que varía de tamaño y total privacidad para, en la práctica, guardar lo que se quiera. Un espacio opaco sobre el que las entidades bancarias mantienen un mutismo inquietante.
La ley impide que en una caja de seguridad se guarden productos ilícitos, sustancias químicas, materias orgánicas, explosivos, dinero en efectivo... Sin embargo, en el momento de entrar a guardar algo en una caja, la privacidad es total y sólo una declaración firmada de que no se encuentran estas cosas en su interior blinda que lo que se guarda es legal. "Evidentemente, si alguien guardase un pollo asado, nos acabaríamos dando cuenta", bromean desde Inviam.
El Grupo Inviam es una empresa joven que se dedica en exclusiva a ofrecer cajas de seguridad en su pequeña fortaleza en el centro de Madrid. Una oferta que se une a la que muchos bancos dan a sus clientes y sobre la que estas entidades guardan un secretismo que roza la paranoia. El Banco de España no cuenta con ningún registro sobre el número de cajas de seguridad que hay en España, ni sobre el número de usuarios. Algunos medios apuntan a un número cercano a las 15.000, aunque fuentes del sector consultadas porZoomNews coinciden en que esa cifra sería mucho más elevada.
Los sótanos de las entidades bancarias del centro de Madrid están llenos de secretos. Joyas, documentos, obras de arte... son algunos de los posibles inquilinos, aunque a ciencia cierta nadie conoce su contenido. En el caso de Inviam, tener un año una caja pequeña (del tamaño del cajón de un escritorio) cuesta 250 euros. La de mayor tamaño cuesta 695, aunque siempre se puede pedir alguna por encargo para casos especiales, como una obra de arte. Otras entidades mueven sus cifras entre los 15 y los 30 euros por decímetro cúbico. A diferencia de las entidades bancarias, no cobran por visita o por tener más de un titular.
La crisis es una aliada inevitable de este servicio. Crisis significa inestabilidad financiera y el aroma de corralitos en el aire, pero crisis también significa un mayor número de robos en casas. Las opciones pasan por construir una fortaleza en casa o por alquilar un espacio en una hecha ad hoc. "Hay personas que vienen a dejar sus objetos valiosos cuando salen de vacaciones, pero muchas de ellas no llegan a abandonar el servicio cuando la prueban", explica Alfredo Pina de Inviam. En la lista de clientes de esta empresa hay convenios con gremios como joyeros o abogados, que hacen un uso habitual de este tipo de servicios.

El yacimiento fallido de Montoro

Pocos blancos quedan por proponerse en el Ministerio de Hacienda para rascar algo de dinero para paliar la anemia de las arcas públicas. Las cajas de seguridad ya han sido objeto de deseo de Cristobal Montoro, pero lo allí encontrado no ha sido suficiente para satisfacer la voracidad recaudatoria del ministro.
Hacienda decidió que se podían embargar las cajas de seguridad para satisfacer deudas de morosos. Con esta medida se esperaba recaudar en un año unos 319 millones de euros. Hacienda ha visto su gozo en un pozo cuando ha tocado evaluar la eficacia de la medida: de lo esperado sólo se ha podido rescatar dos millones de euros en 344 cajas de seguridad embargadas. Apenas 5.800 por caja, un 0,6% de lo esperado.
Todo ello pese a las draconianas medidas anunciadas hacia todo lo que allí se encontrase ajeno a la legalidad. Hacienda había prometido gravarlo como una ganancia patrimonial no justificada, lo que puede suponer hasta un 56%, sin incluir las sanciones e intereses. Si lo encontrado hubiese sido una cantidad superior a los 120.000 euros se hubiese iniciado un proceso penal por fraude fiscal. "Esta noticia no ha tenido ninguna repercusión en nuestro negocio", aclara Pina.

Un negocio estable y asegurado

El negocio de Inviam es una novedad en España, un país poco aficionado a la caja de seguridad. En otros lugares del globo, la convivencia de las cajas de seguridad de bancos y de la de empresas es normal; sin embargo, las autoridades españolas se miraron extrañadas ante la petición de esta sociedad. "Por el momento, el negocio marcha establemente", confiesan.
La posibilidad de un robo del siglo siempre queda en las mentes cuando se habla de cajas de seguridad. Aprovechando el puente de Semana Santa, unos ladrones desvalijaron 300 cajas de seguridad en un barrio de joyeros en Londres. Un botín desconocido por la opacidad de las cajas, pero que sin duda no bajaría de varios millones de libras. En España, las medidas antirrobo de estas entidades se ha visto incrementado en los últimos tiempos, aunque con periodos de adaptación destinados a entidades que llevan años sin renovar sus instalaciones, aunque desde Inviam recalcan que ellos tienen instalaciones un punto por encima de las exigidas por ley.
A pesar de este blindaje, no hay que dejar escapar nada a la imaginación. Cada caja cuenta con un seguro de 20.000 euros, algo que se ve indirectamente afectado por la propia opacidad del sistema. Alguien podría tener objetos por un valor inferior, aunque seguiría recibiendo este seguro, pues nadie sabe a ciencia cierta lo que hay dentro. "Lo que se asegura es la caja, no su contenido", explican en Inviam. Aunque nadie sepa que es lo que hay dentro.

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