¿A qué huele el PP?



Decir que el Partido Popular está apestado de mangantes y estafadores es como decir que en el océano hay mucha agua, por mucho que parezca no importar a sus votantes. Y uno puede pensar que, intereses clientelares e ideológicos al margen, el total de los 6 o 7 millones de votantes que le quedan no es posible que beban del cuerno pepero, porque ese cuerno, por más que el erario público dé para robar mucho, no es la cornucopia de la mitología griega, y encima ya huele a ‘quemao’. Y tampoco es creíble que ni el más necio no perciba que el único principio que prima en el cartel de Génova es el del saqueo. Por tanto y por eliminación, solo cabe pensar que hay quien confía en que, pese a lo evidente, aún quedan personas lo suficientemente honorables dentro de esa cueva de Alí Babá como para que el conjunto del partido merezca su soporte y complicidad.

Y es positivamente humano confiar, claro que sí. Pero quizá, y solo quizá (porque uno cada día sabe menos), esos votantes, asistiendo como asisten a la generosa eclosión de estrellas de la corrupción desde la incubadora Popular, deberían plantearse que esas otras personas honradas que pudiera haber, por muy honradas y honorables que sean, mal papel harían dirigiendo algo tan complejo como un país, cuando son incapaces siquiera de advertir a qué huele su putrefacto y nocivo entorno laboral, ¿no?

Quizá no sea eso, y es solo que tengo mal calibrado el neci-o’matic, pero por mantener la esperanza y por si alguien anda despistado, os recuerdo (estimados fans del PP) que esta semana ha entrado directo al hall of fame de la lista de los cuarenta principales de Rajoy, la vieja sensación setabense con su ya tradicional Torrente Style… El único, el irrepetible, el transgresor; el socarrat: Alfonso, “votantes burros” (redoble y vocal sostenida) … ¡Rus!



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