Últimas razones por las que Rajoy y el PP van a perder el Gobierno


A finales del 2014, y en contraposición con el triunfalismo del Gobierno al anticipar entonces un balance de la legislatura ciertamente propagandista, ya augurábamos la revancha que se tomarían los electores contra el PP y el PSOE en cuanto tuvieran ocasión, viéndose que ni uno ni otro tenían un interés cierto por luchar contra la corrupción pública, ni por solventar las evidentes deficiencias del sistema político. Es decir, insistiendo ambos partidos -como han hecho- en mantener la deriva partitocrática del sistema político, resuelta en una especie de bipartidismo imperfecto que socialmente ya se mostraba insoportable.


Pocas semanas después precisábamos que la corrupción sin tratamiento curativo del ‘caso Gürtel-Bárcenas’ arruinaría las sucesivas y particulares expectativas electorales del PP, como ha sucedido. Eso sin contar con el añadido del ‘caso Bankia’ y las ‘black-cards’, con el ‘caso Púnica’, con el ‘caso Rato’ y con todas las tramas de corrupción generada por los populares en Baleares, en la Comunidad Valenciana y allí donde han gobernado a base de desmanes y con la impunidad propia de las mayorías absolutas. Ni más ni menos.

Ahora, el último recurso del PP es aferrarse al más que discutible resultado económico de sus cuatro años de gestión en los que ha podido legislar cuánto y cómo ha querido gracias a sus 186 escaños en el Congreso de los Diputados (de 350) y 166 en el Senado (de 266). Pero presentando un balance ramplón y poco capitalizable electoralmente al haberse cargado el coste de la crisis sobre todo contra las clases sociales más débiles y extensas del país. Y sin duda muy negativo en cuanto a las reformas políticas e institucionales esperadas, que Rajoy no ha querido acometer o que ha acometido con enfoques regresivos, y en el grave problema catalán, ante el que ha hecho gala de un ‘tancredismo’ (más que de respuestas políticas firmes) sin duda desalentador.


De todo eso ya tienen los electores sobradas referencias informativas y, en particular, del problema de la corrupción, llevado al punto de la gangrena al despreciarlo y no haber aplicado en su momento las sanciones y medidas correctoras necesarias, incluida la cirugía interna radical. Las consecuencias de esta imperdonable dejación han venido quedando bien reflejadas en las urnas.

Pero ahora, ese balance económico pírrico y sin reflejo social de cuatro años en el poder y esa política del avestruz ante la corrupción propia, afrontada tan sólo con un enervante ‘y tú más’ dirigido a la oposición socialista (pero al fin y a la postre dejándolo en el limbo judicial porque el PP no ha estado para otra cosa), se agrava con un sinfín de nuevas torpezas emergidas justo en la antesala de las elecciones generales. Genio y figura -del señor Rajoy- hasta la sepultura.

Ahora, la errada contumacia del PP en el tratamiento del problema catalán prosigue. La persecución judicial del referéndum ‘ilegal’ del 9 de noviembre de 2014 (que la autoridad gubernativa pudo evitar sobre la marcha tan sólo impidiendo abrir los colegios electorales, como el que desbarata la comisión de un delito en lugar, día y hora previamente señalados) y la imputación de Artur Mas a toro pasado, sólo sirven para enredar más el tema, convirtiendo al personaje en un mártir si se le condena y en un héroe en el caso de que la causa se archive, que será lo más probable. Con los independentistas vascos y navarros atentos a la jugada y a lo que pueda valerles como precedente.

Algo parecido se puede decir también de la confusa respuesta dada (o no dada) por Rajoy a la declaración del Parlament de Catalunya aprobada el 23 de octubre en la primera sesión de su nueva legislatura, que había sido anunciada por los independentistas desde hacía tiempo. Y hay que recordar cómo, con anterioridad, el presidente Rajoy reaccionó ante la Resolución 5/X, del 23 de enero de 2013, por la que la misma cámara autonómica aprobó la Declaración de soberanía y del derecho a decidir del pueblo de Cataluña, aduciendo en primera instancia que ‘carecía de efectos jurídicos’ y permitiendo que el independentismo siguiera in crescendo hasta terminar llevándonos a donde nos ha llevado…

Veremos en qué queda este nuevo envite separatista, ya con el Gobierno del PP en funciones. Pero la actitud de Rajoy (lo que ahora haga o lo que no haga), hilado con su tradicional ‘tancredismo’, puede terminar de hundir a los populares en las elecciones del 20-D. De hecho, la tolerancia política con la ‘lluvia fina’ del independentismo catalán, es la que ha propiciado el actual barrizal del desentendimiento nacional.


Ahora, un Rajoy limitado como presidente en funciones y con las cámaras legislativas disueltas, pretende “liderar” la defensa de la unidad de España y de la Carta Magna, tantas veces olvidadas -sino conculcadas- por los sucesivos gobiernos del PP y del PSOE, ignorando que a estas alturas del problema eso ha de corresponder a quien se gane la confianza de los ciudadanos en las elecciones generales ya convocadas. Es decir, tratando de mostrarse electoralmente a última hora como adalid de una función que, justo hasta este preciso momento, no le ha preocupado lo más mínimo.

Pero, ¿quién es ahora Mariano Rajoy para tratar de solucionar de aquí al 20-D una cuestión tan grave como la del independentismo catalán, siendo él, cómo ha sido, su máximo consentidor -junto al ínclito ZP- y el presidente del Gobierno peor valorado desde la Transición…? ¿Es que el PP tiene acaso la representatividad y credibilidad política suficientes en Cataluña, el País Vasco o en Navarra para entender el problema de la vertebración territorial y política del Estado y proponer un modelo viable…?

Lo que está haciendo Rajoy ahora, en la última página de una historia de muerte política anunciada, es agarrarse a la defensa de una unidad de España que, como a tantos otros políticos, le ha traído al pairo desde que era pequeñito. Hasta el punto de despreciar al joven Albert Rivera cuando éste se dejaba la piel en Cataluña luchando en solitario por ese empeño (quizás sea este nuevo valor político el más adecuado para asumir la tarea de recomponer políticamente la España descompuesta por el PP-PSOE)…

Y eso sin contar con el tiempo perdido para denunciar y perseguir de verdad desde el Estado de Derecho la trama de corrupción montada en torno al tan traído y llevado ‘3% catalán’ (asimilable a la financiación ilegal del PP y al escándalo socialista de los falsos ERE de Andalucía). Porque, con tanta tolerancia histórica, el actual despertar de la justicia puede parecer instado por la venganza política o la persecución partidista (quien ha callado ha otorgado, al igual que la razón decae cuando se muestra fuera de tiempo).

Ahora, el PP sufre también el error táctico de no haber renovado con mayor decisión y acierto a los líderes del partido fracasados en las elecciones municipales y autonómicas del pasado 24 de mayo (y en las anteriores de Andalucía), cuando todavía se contaba con siete meses para acreditar a los nuevos titulares que pudieran frenar la pérdida de votos. Con María Dolores de Cospedal como primera persona a defenestrar políticamente (un prodigio de ubicuidad especializada en simultanear como mínimo tres chupeteos a la vez, a escoger y revolver entre un escaño de senadora, la secretaria general del PP, la presidencia de Castilla-La Mancha y la de su partido a nivel regional, o lo que pillara por ahí…).

Y si el PP no tenía mejor banquillo, se lo debía haber procurado. Empezando por disponer a tiempo del repuesto de ‘Don Tancredo’, convertido en un paquete electoral de tomo y lomo y en un lastre total como nuevo candidato a la Presidencia del Gobierno. Porque, siendo un partido tan autoritario y ‘digitalista’, con tanta experiencia y tantos afiliados de gran preparación, ¿no ha podido ir perfilando otro u otra presidenciable de continuidad algo más presentable que Rajoy…?

¿Qué necesidad tenía el PP de inmolarse -que es por donde va- sólo para que Rajoy repitiera mandato electoral en vez de repetirlo el partido…? ¿Es que acaso son suficientes para una organización de esa envergadura, y con la pérdida de votos que ha venido registrando, las cuatro caras nuevas que han subido a la segunda fila, copiando a más no poder el estilo y la imagen más fresca y desenfadada del mismo Ciudadanos al que no han dejado de dar alas con sus infinitos errores y desprecios…? ¿Y es que este mini recambio no se está quemando sólo para proteger a los torpes que, sin querer reconocer que el problema son ellos, siguen ocupando las poltronas de arriba aferrados a sus cargos…?

Con la que ha caído sobre el PP en la presente legislatura, sus previsibles listas electorales para el 20-D, quienes las encabecen y quienes más o menos ocupen puestos con escaño garantizado, pueden ser de auténtica traca, siendo Rajoy tan cobarde y desconfiado como es. Todo indica que en ellas se mezclarán muchos de los responsables del fracaso popular en todos los ámbitos de la política con toda una caterva de inútiles reconocidos, y no menos desconocidos sin oficio ni beneficio, que pasmarán a propios y extraños, sin nombres ni caras ilusionantes: sólo amiguetes y recadistas del marianismo bien pagados.

Lo de recolocar discretamente en las listas electorales a Ana Pastor o a Soraya Sáenz de Santamaría se podría entender como un reconocimiento personal, pero ¿qué podrían pintar en las listas al Congreso y al Senado los demás ex ministros -Fernández Díaz, Soria, Báñez, García-Margallo, Mato…- que han sido los peor valorados por los electores en toda la historia del nuevo régimen democrático…? ¿Es que no van a entender en el PP que, dada su imagen de políticos fracasados, en vez de dar votos, los quitan…? ¿Y cómo se podría volver a votar a gente como Arenas, Cospedal, Sánchez-Camacho, García Escudero, García Albiol, Floriano, Fernández de Mesa…, o a carcamales ya súper amortizados como Celia Villalobos, Federico Trillo, Esperanza Aguirre, Teófila Martínez, Pilar Barreiro, Aurelio Romero…?

Pero la lista de Madrid, todavía puede resultar más deprimente: ¿quién podría, dentro de ella, ser sustituto o sustituta del fracasado Rajoy para liderar la derecha española…? Ya no vale para eso ni Soraya Sáenz de Santamaría, que ha sido su escudera de mayor rango y quien con toda probabilidad le seguirá en la candidatura capitalina. ¿Y por qué no se señala ya de alguna forma y con suficiente claridad a alguien que, hoy por hoy, todavía se haya salvado de la quema y pueda ser efectivamente nuevo líder del PP, como Alberto Núñez Feijóo o Alfonso Alonso…?


Otro problema de última hora es el de las tensiones internas contenidas, que no se han sabido tratar en la forma debida ni en el tiempo adecuado, dando lugar a que terminaran estallando hacia afuera con una proyección pública muy dañina a efectos electorales. Todos calladitos en las reuniones directivas del partido, sólo porque al hierático ‘Don Tancredo’ no le gustan los problemas, hasta que el globo se hincha para terminar estallando de forma estrepitosa en los medios informativos y en el peor tiempo posible.

Ahí están el insistente fuego amigo lanzado desde FAES, nada más y nada menos que con José María Aznar ejerciendo de arcabucero mayor, y la rabiosa pataleta del ministro Montoro (todo un espanta-votos emparejado con el también ministro Jorge Fernández Díaz), mostrando a los electores que dentro del PP las cosas van peor de lo que se dice, que la división interna existe, que andan con los papeles perdidos, que mienten más de la cuenta... Y sobre todo evidenciando que a dos meses de las elecciones generales, es decir en un momento decisivo para el partido, éste carece del adecuado liderazgo…

Claro está que, a todo esto, y aunque el PP no lo vea, empeñado como está sólo en mirarse el ombligo, el crecimiento de la pobreza y la exclusión social siguen ahí, junto a una irreversible precariedad y baja calidad en el empleo, consolidándose mientras los ricos del país continúan siendo cada vez más ricos, encantados de que, con crisis o sin ella, el Gobierno de Rajoy siga salvaguardando sus intereses de forma prioritaria.

Y forzando la situación al extremo de imponer unos presupuestos generales del Estado para 2016 claramente electoralistas y prácticamente fuera del mandato legislativo, sin la menor ética ni estética política.

Todo ello en línea, además, con la sistemática prepotencia mostrada por el PP para politizar todavía más la Administración de Justicia y el Tribunal Constitucional, o para imponer reformas legislativas de gran calado -incluso afectas a la política de Estado- absolutamente en contra de todas las demás fuerzas políticas representativas. Es decir, obligándolas a conjurarse -todas ellas-para derogarlas en cuanto los populares dejen de gobernar: algo en efecto penoso que define la animosidad que suscita de forma generalizada a lo largo y ancho del país.

Un rodillo que, curiosamente, no se ha utilizado para acometer las reformas estructurales y del sistema político prometidas por el PP en la oposición, y para las que se le prestó la mayoría parlamentaria absoluta del 11-N. No para incumplirlas, ni para, con ella, hacer de su capa un sayo.

Esto es lo que hay y estas son las razones por las que ningún otro partido quiere ni querrá contaminarse estableciendo pactos de gobierno con el PP, y menos aún mientras lo dirija Rajoy, que es el presidente más reprobado desde la Transición (más que Rodríguez Zapatero). Es decir, que Rajoy y el PP se quedarán sin pareja de baile y pendientes sólo de obtener el 20-D otra mayoría parlamentaria absoluta, lo que constituye un imposible y la última razón -ganada a pulso- para verse descabalgados del Gobierno.

Porque la insistencia de Rajoy en pedir su investidura presidencial sólo con conseguir un voto más que otro partido, además de ser fórmula contraria a lo establecido legalmente (lo suyo es obtener el respaldo del Congreso de los Diputados, que es cosa muy distinta del de un determinado número de votos sin mayoría parlamentaria absoluta), es de una petulancia rayana en la idiocia. Con su rodillo legislativo -abusivo para otras cosas- ha podido reformar la normativa y no lo ha hecho: ¿es que acaso también en esto Rajoy piensa que los idiotas son los demás…?

Claro está que lo más torpe de todo es que el PP siga aferrado a un discurso ignorante y tergiversador de la realidad política, por no llamarlo mentiroso, que, sin haber calado en la sociedad, le ha sumido nada menos que en cinco fracasos electorales sucesivos. Cosa que seguirá sucediendo.

Y eso sin contar el numerito de la gran reunión del Grupo del Partido Popular Europeo oportunamente montada en octubre sólo para que unos cuantos personajes europeos, hoy mal vistos en la España de los recortes y la corrupción, encumbraran a Rajoy mediáticamente. Personajes en estos momentos tan poco recomendables electoralmente como Angela Merkel, Nicolas Sarkozy, Silvio Berlusconi, Antonis Samarás o la joya del xenófobo Viktor Orbán (a quien los populares aplaudieron a rabiar)…

Como hemos recordado en otras ocasiones, Homero, narrador de grandes epopeyas, afirmaba que la venganza es más dulce que la miel. Quizás por eso se la define como un auténtico manjar y se sostiene que gana cuando se consume en frio y no en caliente. En este año electoral parece que esa venganza ha tomado la temperatura adecuada para los votantes, y que van a culminarla con el postre del 20-D: no la hagas y no la pagarás, que dice un sabio proverbio popular. El PP tendrá lo que se merece, ni más ni menos.


Fernando J. Muniesa

Comentarios