La realidad es que nadie quiere gobernar un país con tanta cuenta pendiente.

No resulta descabellado pensar que el cansino espectáculo que están dando los líderes de los partidos políticos, a vueltas con la investidura, es una maniobra de entretenimiento. Una cortina de humo tras la que aguardan los verdaderos problemas sociales y los verdaderos antagonismos de clase, género y territoriales que se despliegan en esta atribulada piel de toro. Jesús Ibáñez nos recordaba que en la sociedad de consumo “los cuentos se reabsorben en las cuentas” y por eso los cuentos en el capitalismo financiero no suelen tener un final feliz.


Estertores

Las cuentas no salen porque el eje izquierda/derecha –que ahora se recupera por quienes hasta hace poco lo impugnaban– es incompleto para describir un país cuyo Es­tado-nación fue construido, no sin estertores violentos, sobre un escenario complejo conformado por una amplia y rica diversidad de pueblos, lenguas y culturas.
Una diversidad histórica que para la ideología unificadora del españolismo siempre ha constituido un problema y un obstáculo –“Antes roja que rota”, “Una, grande...”–. Por desgracia esa ideología reductora y simplificadora desplegada por el nacionalismo centrípeto se extiende mucho mas allá de la derecha que sería su hábitat sociológico natural. Alcanza a muchas izquierdas desmemoriadas que han olvidado que históricamente los nacionalismos centrífugos han sido siempre aliados estratégicos de la izquierda en la lucha por democratizar este país. Alguien argumentará que no todo el nacionalismo periférico siempre ha sido demócrata, pero tampoco todas las izquierdas lo fueron, lo que no impide que esta alianza sociopolítica haya constituido la base social sobre la que se han edificado los mejores proyectos democráticos, humanistas y emancipadores de convivencia.
Pero es que además hay otras cuentas que tampoco salen y que curiosamente han estado ausentes tanto en la campana electoral como en las actuales negociaciones. En el ámbito global tenemos los retos del cambio climático y el declive fosilista  [petróleo y carbón], además de las tensiones financieras globales. En el ámbito europeo tenemos los recortes presupuestarios que exige Bruselas al próximo Gobierno español, la cuestión de la acogida de huidos y migrantes –¿sobrevivirá Schengen?–, el tratado de libre comercio, la posibilidad del Brexit...
A nivel más doméstico, han tenido que ser unos contadores de cuentos los que pongan sobre la mesa que vivimos en un Estado de derecho con áreas de excepcionalidad jurídica, que tenemos un alto tribunal que es heredero material e ideológico del TOP franquista, además de una legislación antiterrorista que amparó y ampara la violación de derechos humanos y la conculcación de libertades públicas, así como una política penitenciaria de venganza, una aberración jurídica que remite a un tabú de nuestra política: la Paz Vasca.

Carencias preocupantes

Un tabú cuyo desvelamiento avanza a una lentitud exasperante, más cuando lo comparamos con procesos de paz mucho más duros y complejos como el de Colombia. Un tabú que ilustra cruelmente la falta de cultura democrática proverbial y transversal de las izquierdas y la preocupante carencia hasta de “cáritas cristiana” de nuestras derechas. Y con estos mimbres es imposible que salgan las cuentas y cabe pensar que todo lo que estamos viendo es un sainete, ya que en el fondo nadie en su sano juicio querría gobernar un país con tanta cuenta pendiente.

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