26 de junio: cómo llegan los principales partidos

Ni coalición blanda entre los partidos del Régimen del 78 ni "Gobierno del cambio". Las últimas horas antes del principio del fin de la XI legislatura han situado a cada partido en la línea de salida de las elecciones del 26 de junio.


Todos han hecho bien su trabajo. Todos han conseguido sus objetivos menos el que lo tenía más difícil. El 2 de mayo se terminará la XI legislatura, cuando se acabe el plazo dado por ley para el intento de investidura de un jefe de Gobierno. El plazo finalizará hoy a las 16h. Después, una campaña a cara de perro. Elecciones. Y, de nuevo, el juego de pactos. Ya por fin con las cartas descubiertas, según dicen.
Mariano Rajoy ha hecho bien su trabajo. A estas alturas se ha hablado tanto de su “mineralización” –esto es, la táctica de mantenerse quieto y dejar que los acontecimientos se desencadenen– que ha conseguido que lo que se escribe para él suene siempre a un elogio. Por estadista o por caradura, pero elogio al fin.
Tiene mérito cuando parte de su equipo de confianza ha sido atizado por los papeles de Panamá. La dimisión de José Manuel Soria. Las declaraciones de Ricardo Costa en la investigación de la gran paella valenciana. El clamor, lejano porque se produce en Bruselas, contra Miguel Arias Cañete, su ministro de Agricultura, hoy comisario europeo. Nada ha movido a Rajoy de su sitio. Y su sitio es la convocatoria de una segunda vuelta electoral. Recuperar algo de aire a costa de Ciudadanos. Pactar con Ciudadanos. Obligar a Pedro Sánchez a pasar por las horcas del caudillo y/o contemplar el Congreso de cuchillos en el PSOE.
El 2 de mayo se terminará la XI legislatura, cuando se acabe el plazo para el intento de investidura
Albert Rivera ha hecho un gran trabajo. Lo dijo Xavier Domenech ayer 26 de abril tras su sesión de diálogo con el jefe de Estado. Se refería el candidato de En Comú Podem a la maestría de Rivera al evitar “el Gobierno del cambio”. El aterrizaje de Ciudadanos en el planeta realidad, el 20 de diciembre, tras un viaje sicodélico por las encuestas, ha resultado menos convulso de lo que se podía haber esperado.
Ciudadanos ha plantado una tienda de campaña en el interregno entre conservadores y reformistas. Un vasto campo, el de la Gran Coalición, en el que se sitúan también las “inteligencias” –es decir, quienes tienen tribuna en los mass media– y los poderes de los principales partidos. Rivera ha sido el campeón de la ‘coalición blanda’ de la que hablaba ABC. Su “pacto de la bisagra” no pasará a los libros de historia pero ha sido el entremés perfecto de los cuatro meses “perdidos” desde el 20D.
Pero la campaña de Ciudadanos será difícil. En las circunscripciones pequeñas, los naranjas no han avanzado nada. Es posible que retrocedan, si se impone la llamada al orden de Rajoy. La estrella de Ciudadanos declina en Catalunya, como se vio el 20 de diciembre.
Parece difícil que Rivera pueda superar a Pablo Iglesias en Madrid (les separan 80.000 votos, pero IU-UP aportaría casi 190.000 si se produce la coalición de las izquierdas). Aún así, una caída por parte del PSOE situaría a los de Rivera como la única muleta dentro del campo de lo posible para un PP que sigue a años luz de las mayorías de 2011.
Pablo Iglesias ha hecho su trabajo. Ha puesto de los nervios al establishement en una situación dispuesta para su achicharramiento. Ha recuperado algunas de las esencias de las que Podemos presumía en sus inicios. Ha propuesto un pacto a Pedro Sánchez y recuperado parte del terreno perdido con el posible encuentro con IU-UP y la normalización de las confluencias. La caída de Sergio Pascual y el acercamiento a Teresa Rodríguez le da una nueva oportunidad en la que será la llave del posible “sorpasso” en junio, Andalucía. Su crisis interna ya sonará lejana en el verano. El fracaso del PSOE será el éxito de Podemos, que tiene campo para correr, el que dejan las fuerzas constitucionalistas o del Régimen del 78.
A las 9h de la mañana del 26 de abril se producía el último intento de llevar a cabo un pacto que permitiese a Pedro Sánchez formar Gobierno. Compromís entregaba al PSOE un documento con 30 propuestas, de las que los socialistas aceptaban 27, destinado a sumar los apoyos suficientes para la investidura. El PSOE supeditaba el texto a la aprobación de dos presupuestos generales del Estado (2017 y 2018) y al apoyo de Ciudadanos, su socio en el pacto de “gran centro” que fracasó en el intento de investidura de marzo. Podemos y Ciudadanos coincidieron en rechazar un acuerdo que, para los segundos, suponía “más de lo mismo”.
Pedro Sánchez ha hecho su trabajo. Defendió que Compromís aceptaba su contrapropuesta y después tuvo que oír como el partido valenciano le abroncaba por esa interpretación. Hasta el último momento ha visto cómo caían chuzos de punta sobre su cabeza y ha puesto su mejor cara de actor. Ha intentado cumplir el encargo que le impuso su partido. Ayer comenzó su via crucis hasta junio.

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