La Europa del siglo XXI en que la derecha vuelve a hablar de raza.


Si algo tenemos claro en esta nuestra Europa del siglo XXI es que la derecha vuelve a hablar de raza. Lo hace en Francia, lo hace en Austria, lo hace en Noruega, en Dinamarca, en Suecia. Lo hace en la Italia de los desalojos de los gitanos, en la Hungría de los paramilitares que persiguen refugiados. Una oleada fascista recorre de nuevo Europa. Y lo hace segura, a paso firme y sin apenas contestación.
Mientras, la izquierda europea vive sumergida en sus mitos del pasado. Mitos que recuerdan el triunfo sindical de las 8 horas (conseguidas por las huelgas salvajes anarquistas y no por sus partidos socialdemócratas). El mito de aquel mayo del 68 que nunca fue. Vive de los derechos culturales y de su humanismo globalizado. La izquierda blanca occidental vive sus estertores creyéndose su imagen humanista, la de la fotografía del blanco que ayuda al negro del tercer mundo, o la de la Unión Europea que promueve la democracia y los Derechos Humanos.

Entretanto, la vida –o mejor dicho la muerte– sigue. Cientos de miles de ahogados en los mares que riegan nuestras fronteras. Pueblos enteros en éxodo a la espera de obtener un visado de refugiado, de ser asignados a territorios ricos donde podrán ser pacíficamente explotados por sus humanistas receptores. La vida sigue entre el fascismo que emerge y la izquierda que calla ante la evidencia del privilegio blanco en esta Europa ilustrada.
Ahora que se aproximan de nuevo elecciones: ¿Cuántas de los millones de personas que comparten nuestras vidas no tiene derecho a voto, a ser candidatos, a ser elegidos, a ser aunque sea carnaza de promesa electoral? Las vidas otras, las que no importan porque no votan, porque no tienen derechos –ni siquiera a reclamarlos, como se ha visto en Barcelona, no cuentan para la extrema derecha, lo cual era previsible. Pero tampoco para la izquierda blanca.

La izquierda Europea es por ahora incapaz de confrontar los demonios del prejuicio y sobre todo de la jerarquización racial. Al igual que el machista tradicional elude su condición de privilegio por ser hombre, el europeo medio no quiere aceptar que por el hecho de ser socialmente blanco goza de privilegios y forma parte de una cadena estructural de sometimiento y jerarquización. Cadena que va desde los esquemas internacionales, con el despojo y el extractivismo globales, y que termina en los microracismos cotidianos de las miradas condescendientes o la racialización de determinados sectores productivos.
La extrema derecha europea ha activado ya el dispositivo racial en muchos países, ha puesto en marcha una maquinaria de lo terrible sin que la izquierda esté preparada para responder. Porque mientras que ésta no se ponga del lado de los desposeídos, de los sometidos, de los subalternos, del pueblo, será débil con los fuertes y fuerte con los débiles, como lo está siendo Grecia.
La izquierda europea, muy particularmente la española debe asumir sus responsabilidades, sus carencias y sus retos. A ella apelamos, porque es en ella con la que los movimientos decoloniales pueden construir una fecunda alianza. En la izquierda hemos militado o militamos. Lo siguen haciendo muchas compañeras, amigos. La izquierda española si quiere seguir siendo izquierda, si quiere plantar cara al fascismo, debe afrontar su descolonización. Sin culpas, sin señalamientos, pero con responsabilidad.
Descolonizar la izquierda es situarla de nuevo en el relato emancipatorio. En la senda de la lucha por la libertad y la igualdad. Descolonizar la izquierda es abrirla al pueblo diverso que habita hoy día el estado español. Descolonizar la izquierda es armarse teórica y políticamente contra el fascismo político que se avecina y el terrorismo económico que nos tiene sitiadas.
Hacia una agenda descolonial en el Estado Español

1-La descolonización de la izquierda no puede ser una tarea asumida como un encargo intelectual a cargo de las élites de los partidos. Para que exista, la descolonización requiere un proceso de diálogo con los pueblos y sujetos racializados que habitan el Estado Español. Una apertura no a la teoría, sino a la praxis política de pueblos y colectivos que, como el gitano y las mujeres respectivamente, llevan siglos padeciendo la represión de monarcas, dictadores y demócratas, de izquierda y de derecha. La descolonización de la izquierda implica que esta se exponga a las masas, se exponga al pueblo en toda su diversidad.
2-La descolonización de la izquierda implica que ésta asuma con sinceridad que no ostenta la posición de verdad absoluta. La izquierda eurocéntrica blanca laica, la que como la francesa prohíbe y reprime, no es más que otro rostro del colonialismo occidental. Es hora de que la izquierda asuma la diferencia no como una cuota o como un rostro de color-símbolo en sus listas, si no como una parte constituyente de su identidad emancipatoria.
3-La cuestión plurinacional es hoy una cuestión controvertida que enfrenta a los llamados nacionalismos periféricos con los poderes centrales. Entre ambas fuerzas los pueblos subalternizados y racializados permanecen en el olvido, excluidos de los repartos de poder. Para ellos el debate nacionalismos-estado central no es mas que una dialéctica de burguesías. Es hora ya de replantearse el problema de la plurinacionalidad desde el punto de vista de los pueblos, de la diversidad, y no solo desde las cuotas de poder de estados o microestados. Los indígenas de la república lo tienen claro, caminemos hacia el internacionalismo interno, apliquemos la llama que aviva nuestra solidaridad con otros pueblos: kurdos, palestinos, bolivianos... a quienes están aquí, con nosotros. Viven aquí pero ni son españoles ni falta que hace, tampoco son vascos, ni catalanes, ni gallegos, es el momento de ser internacionalistas hacia adentro y no hacia afuera. Así estaremos atacando los privilegios de determinadas nacionalidades y no solo incorporando a una minoría a la zona del ser en sus más bajos estratos. La nueva reenunciación del estado bajo el paradigma plurinacionalidad es una oportunidad para reconstruir desde un enfoque plural y diverso un cuerpo político contrahegemónico.
4-No caben excusas para iniciar la descolonización de la izquierda. Ni la coyuntura electoral, ni la ansiada hegemonía pueden interrumpir el proceso emancipatorio que destierre los privilegios de raza, clase y género que permanecen activos en las cúpulas y bases de la izquierda.
5- Descolonizar la izquierda es reconocernos. Es aprender a leer nuestros barrios, nuestras escuelas, nuestro futuro. Descolonizar la izquierda es aprender a amar a nuestras compañeras y compañeros en su diferencia. Descolonizar la izquierda es prepararnos contra el fascismo que recorre Europa. Descolonizar la izquierda es futuro y esperanza. Es presente diverso y emancipatorio.

Aitor Jiménez forma parte de un barrio imaginario okupado que comparte hábitat con Corto Maltés, Mao Tse Tung y la formación original de los Angelic Upstars. Se reúne habitualmente junto con sus vecinos para compartir ideas y recordar los tiempos en los que compartían territorio real allá por su postadolescencia. Vive de un estado extranjero cobrando la porción del sueldo destinada a lavar la conciencia de los gobernantes. Tiene una familia heteronormativa recientemente expandida.
Pedro José Mariblanca es manchego -cuestión que no lo define pero sí lo constituye. Nómada por la Europa moribunda, dicen que es historiador, filósofo, currela y sindicalista, cuatro cosas que no suelen ir de la mano. Pero es anarquista y posmoderno, tanto que hasta ha decidido volver a tener fe en el cambio y en la utopía. No reza casi nunca..., casi nunca.

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