Rajoy y un PP neoliberal trajeron el declive a España

La recesión demográfica, la corrupción o las desigualdades son algunas causas de un declive que se le puede achacar a la clase política


Hemos entrado en un tiempo histórico de perfil negativo. Ocurre en todos los países con recurrencia diferente y por razones distintas. Sin embargo, en la honda crisis española concurren causas de naturaleza económico-social y política que se han conjurado para, al alimón, crear un ambiente pesimista y descreído que nos retrotrae a épocas del pasado en las que la cotización de lo español se mostraba a la baja y con lejanas expectativas de recuperación. Es importante, no obstante, que casi todas son achacables al sistema político y a la clase dirigente. Creando un componente social, ciudadano, que determina la agudización de la coyuntura negativa.

Somos menos

La recesión demográfica es un dato espectacularmente grave. Se han invertido los saldos migratorios entre 2008 y 2012, de modo que, poco después (2013-2015) la población española ha descendido y esa tendencia seguirá en los próximos años según los datos del INE. No hace falta señalar las consecuencias de este estrechamiento poblacional, siendo la principal la insostenibilidad, a la larga, de ámbitos estratégicos del Estado del Bienestar. Esta situación remite, además, a la desconfianza e incertidumbre en las generaciones jóvenes para establecerse familiarmente y tener hijos.

Somos más viejos

Entre 2002 y 2015 la población entre 15 y 34 años se redujo en 2,2 millones de personas, mientras crecieron los rangos de más edad. España, también según el INE, será en 2050 uno de los países del mundo con el envejecimiento más acusado, sólo superado por Japón. Este envejecimiento se trasladará a la población activa. Habrá, de inmediato, menos desempleo pero con menor población ocupada, lo que a corto plazo sería positivo, pero a largo, un desastre.


Jubilados en una playa. (EFE)
Desclasamiento. 

En España los hogares con rentas medias han pasado del 38,5% al 31,2% del total. En 2004, las rentas medias alcanzan al 59%, en 2007 al 60,6% y en 2013 descendieron al 52%. La clase media española ha perdido a 3.500.000 ciudadanos que han pasado de una renta per cápita de 28.000 euros a otra de 22.000 en apenas seis años, un 20% menos. (*) La quiebra de la llamada mesocracia conlleva fuertes consecuencias políticas. Entre otras, la ruptura del compromiso político con los partidos de la transición, base de la estabilidad de que hemos disfrutado hasta ahora.

Entre 2002 y 2015 la población entre 15 y 34 años se redujo en 2,2 millones de personas, mientras crecieron los rangos de más edad

Somos corruptos.

 ¿Más o menos que en otros países? Difícil respuesta a esta pregunta tan recurrente. Lo seguro es que aquí la impunidad campa por sus respetos si nos comparamos con los países de nuestro entorno. Por lo demás,no sólo hay corrupción política (seguramente sistémica). Estamos comenzando a descubrir la civil o privada: desde las tramas de Manos Limpias y Ausbanc a la evasión de impuestos, como demostrarían los Papeles de Panamá y casos tan paradigmáticos y corrosivos como los de personalidades de la cultura implicados en fraudes a la Hacienda Pública. Según un cálculo de la CNMC de 2015, la corrupción costaría al Estado 47.000 millones de euros al año (desviaría en la contratación pública un 25% del presupuesto), pero hay estudios universitarios que elevan esta enorme cantidad a otra superior: 90.000 millones.

Somos más desiguales.

 Según la OCDE, España es el segundo país de la organización en donde más se incrementó la desigualdad. Un 29% de la población española (13.4 millones de personas) se encuentra en riesgo de exclusión. El 1% de la población acumuló tanta riqueza como el 80% de los más desfavorecidos. Un ejemplo lacerante .-se da también en otros países- es muy expresivo: veinte personas en España acumulan fortunas por un importe superior a los 115.000 millones de euros y el salario de los más ricos es 18 veces mayor que el del 10% de los más pobres. Esta situación, paliada por la economía sumergida (20% del PIB), el sistema familiar y la acción solidaria del tercer sector, es una de las lacras de peor solución en el futuro. (*)



Aumento de la mendicidad (EFE)
La economía, fosilizada.

Después de la crisis económica, parece que hemos entrado en una fase de crecimiento del PIB más o menos sostenido, aunque no se hayan resuelto los problemas con el déficit público y nuestra deuda sea del 100% de la riqueza nacional. Ese no es, sin embargo, el mayor problema. Lo es que el sistema productivo español sigue dependiendo de sectores tradicionales (construcción, turismo, industria agropecuaria) y son aún débiles los sectores tecnológicos y los que incorporan más valor añadido. Lo que ha provocado una migración de talento de las generaciones más jóvenes. La salida de la crisis, por lo tanto, y pese a los crecimientos del PIB, es frágil. No estamos yendo al ritmo adecuado hacia la economía digital, que es la que tiene grandes expectativas. La digitalización es baja y lenta, especialmente, en las empresas industriales.

Elites fracasadas.

 España carece de referencias elitistas en el mejor sentido del término. El desprecio por los valores superiores de la cultura -en su acepción más amplia y más elevada-, el fiasco cíclico de las leyes educativas, la deslocalización empresarial progresiva -con la carga de desconfianza que conlleva hacia las gestiones de las grandes compañías- y los comportamientos públicos y privados inaceptables, pero asumidos con escaso reproche (nadie asume responsabilidades, o lo hacen muy pocos), han establecido un rasero social de mediocridad asfixiante.

Busquemos en los programas electorales neoliberales la culpa de este declive español, de sus causas y, sobre todo, ninguna solución regeneradora. Y fijémonos en los debates para comprobar quienes abordan todo esto con un mínimo rigor. Tiempos de plomo, desánimo y esperanza en lo nuevo.

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