“Barbarie y civilización son dos categorías de origen particular pero cuya aplicación puede ser universal. Sin embargo, ser civilizado no significa que se tengan estudios superiores, sino que se sabe reconocer la plena humanidad de los otros aunque sean diferentes. No son bárbaros quienes no tienen buena educación o han leído poco, sino quienes niegan la plena humanidad de los demás”.
-Tzvetan Todorov
El gran territorio mexica centraba su poder en demostrarlo a los demás: su riqueza, milicia y los caprichos del emperador que se convertían en órdenes. Uno de ellos, tal vez el más extravagante y dogmático, fue Moctezuma, quien tenía gran interés por la naturaleza y conocer a los animales más exóticos: lobos, jaguares, aves rapaces, coyotes y seres humanos; no cualquier ser humano, por supuesto, sólo aquel que estuviera deforme. Y sus deseos no se limitaron a los animales.
Hombres, mujeres y niños que tenían la cara, el cuerpo y todos los vellos blancos eran los más extraordinarios, según Bartolomé de las Casas. Los albinos eran considerados como humanos y divinos a la vez, pero los enanos, jorobados o aquellos que consideraban monstruosos, quedaban bajo el cuidado de otros seres humanos. Cuando el emperador tenía comidas importantes, los presentaba como entretenimiento. Según López de Gómara “siempre estaban presentes en sus comidas enanos, jorobados, tullidos, todos reunidos allí para su entretenimiento y diversión, que luego junto con los bufones y saltimbanquis, tenían permitido comer las sobras de su comida en un rincón del salón”.
Todos tenían aposentos y eran bien alimentados. Para Moctezuma se trataba de seres extraordinarios que valía la pena coleccionar y catalogar. En todo el mundo existieron este tipo de zoológicos que encerraron a lo diferente, a lo extraño o lo que para ellos era “monstruoso”. Cómo no recordar los circos de los horrores donde se exhibían mujeres con barba, enanos o seres que lograban hazañas que ningún otro podía; aunque al menos ellos recibían algo a cambio.
En el siglo XVI los Medici también tenían una colección de diferentes etnias, desde turcos hasta africanos. Y así, la tradición retrógrada de engalanar los espectáculos con personas continuó hasta mucho después. En París, en 1881, fueron raptados y exhibidos once aborígenes que encerraron en el Jardín de Aclimatación. Más tarde la exposición se trasladó a Berlín donde fueron colocados junto a un grupo de avestruces. Las presentaciones se cancelaron en Suiza por la mala salud de los aborígenes, una vez que murió una pequeña niña de la familia, por fin los dejaron libres. Es sabido que un episodio similar ocurrió con una familia de mapuches.
Pero en Bélgica ocurrió el episodio que demostró lo poco civilizados que eran los europeos. Tal vez el peor lugar para nacer deforme. A finales de la Segunda Guerra Mundial, este país se convirtió en un sitio sumamente atractivo tanto para los negocios como para la vida política, pero también para mostrar espectáculos diferentes a los acostumbrados en cuanto a entretenimiento. Bruselas se convirtió en el lugar donde el racismo se transformó en sinónimo de diversión.
Qué vergüenza más miserable...
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