“Franco metió a 22.000 personas en el campo de concentración de Albatera y muchos murieron deshidratados”

La escritora cartagenera Isabel María Abellán publica 'Isidro', una novela basada en la historia real de un republicano anarquista que sobrevivió a uno de los campos más crueles del franquismo




El campo de concentración de Albatera fue uno de las más duros que hubo enEspaña tras el final de la Guerra Civil Española. Se instaló en lo que fue un antiguo campo de trabajo de la República nada más terminar la Guerra Civil Española, y permaneció abierto hasta octubre de 1939. Se estaba ubicado en el actual el término municipal de San Isidro, comarca de la Vega Baja del Segura de la provincia de Alicante en la Comunidad Valenciana en España.


El campo de trabajo de la República

El 24 de octubre de 1937 se inauguró el campo de Albatera. Aquel domingo se desplazaron a la localidad, el gobernador civil y el presidente de la Audiencia Provincial; el inspector de Prisiones, Simón García Martín del Val; el director del reformatorio de adultos de Alicante, señor Crespo; y varias personalidades más, quienes con las autoridades de Albatera y Crevillente, dieron la bienvenida al ministro de Justicia, Manuel Irujo, y al director general de Prisiones, Vicente Sol. Posteriormente, los técnicos especialmente con un ingeniero agrónomo- explicaron a los asistentes «lo que era en la actualidad y lo que había de ser en un futuro próximo aquel campo de trabajo: 40.000 hectáreas de saladares se convertirían en terrenos laborables. Magno proyecto que ya en el siglo XVII, inició el Cardenal Belluga».
Días antes, la prensa anunció el acto. Por ejemplo, «El Luchador», el veintiuno de octubre, dice que «iniciada en el siglo XVII esta gran obra de colonización por el Cardenal de Belluga (Luis Antonio de Belluga y Moncada1662-1743), quedó paralizada, sin que en los actuales tiempos pudiera continuarse, en razón de su coste». También nos ofrece un dato de considerable interés: «Está calculada para albergar tres mil reclusos». Con anterioridad, en el mitin organizado por las Juventudes de Izquierda Republicana y celebrado en el Cine Monumental, el 17 de octubre, el diputado y director general de Prisiones, Vicente Sol, manifestó: «Por decreto de 26 de diciembre de 1936, se crearon los campos de trabajo que significan una noble innovación en el régimen penitenciario español haciendo que el recluso se gane con su esfuerzo lo que cuesta sostener al Estado y se reivindique por el único sistema que puede tener un hombre para hacerlo, es decir, por medio del trabajo». Y agregó: «Dentro de diez o quince días, habrá allí dos o tres mil hombres trabajando».
El decreto invocado se publicó en «La Gaceta de la República. Diario Oficial» número 362, y en él se especifica que tales campos se crean para los condenados por los Tribunales Especiales Populares y por los Juzgados de Urgencia que entienden en los delitos de rebeliónsedición y desafección al régimen». Está dado en Barcelona, en la fecha indicada, y firmado por Manuel Azaña y el presidente del Consejo de Ministros, Francisco Largo Caballero.
En el Campo estuvieron presos el abogado de Alicante, natural de CastallaAntonio García Leal; el procurador de los Tribunales eldenseFrancisco Hellín AlmodóvarAlgimiro Torrecillas Cimadevilla, que luego ocuparía importantes cargos; el historiador y abogado ilicitano Alejandro Ramos Folqués; el sacerdote oriolano, don Saturnino Ortuño Pomares, que con ocasión de la Nochebuena de 1.938, encontrándose en el Campo, escribió un poema a su amigo de Albatera, Pascual Cánovas Berná.
Con el tiempo y la victoria franquista, allí irían a parar miles de republicanos. La «Hoja Oficial de Alicante», de 28 de abril de 1939, informa que «se habían internado en él a seis mil ochocientos rojos», aunque se barajan cifras bastante más altas.


El campo de concentración franquista

Tras el final de la Guerra Civil en el puerto de Alicante, y después de haber pasado por el denominado "Campo de los almendros" en la ciudad de Alicante, comenzaron a llegar al campo de concentración de Albatera miles de prisioneros, que habían acudido a Alicante con la esperanza de embarcar y huir de la represión franquista. Llegaban en convoyes ferroviarios y en camiones tras un largo y penoso viaje. La cifra de prisioneros se sitúa entre veinte y treinta mil.
El campo de concentración quedó establecido el 11 de abril de 1939 según una nota del Estado Mayor de Franco. Las condiciones de vida en el campo eran durísimas; la única comida que recibían los presos eran chuscos de pan y sardinas. También era notable la sed que padecieron los presos por la falta de agua y el enorme calor que hacía en el lugar. En cuanto a las medidas represoras también fueron de enorme dureza. Se produjeron torturas, todo tipo de humillaciones y vejaciones, y fusilamientos. Se numeraba a los presos, de tal forma que si uno de ellos se fugaba, se fusilaba a los que tenían los números anterior y posterior.
Además de estos asesinatos, que se producían sin juicio previo, estaban las constantes “sacas” de presos. Grupos de falangistas y “vencedores” venían desde todos los puntos de España a buscar presos conocidos por ellos. Una vez localizados, se los llevaban en camiones y los fusilaban en los alrededores del campo.

La organización de los presos y las fugas

Los prisioneros del campo empezaron a organizarse en torno a los partidos y sindicatos a los que pertenecían; así, se crearon agrupaciones del PCE, de la CNT, etc. Algunas de estas organizaciones crearon sus propios comités de fugas, cuya función era dar cobertura a los compañeros que iban a fugarse.
La mayoría de las fugas se produjeron cuando se enviaban a algunos presos a sus pueblos con la orden de presentarse ante el juez o el alcalde, evidentemente muchos de ellos no volvían a aparecer por sus pueblos.
Los anarcosindicalistas organizaron un sistema de fugas gracias a que un miembro de la FIJL de Madrid, apellidado Escobar, se había infiltrado en la II Bandera de Falange del Puente de Vallecas, consiguiendo impresos de certificados de buena conducta y de declaraciones de haber pertenecido a la «quinta columna», que rellenados con los nombres pertinentes permitieron la liberación de varios recluidos en el campo.1 Una de las personas que recobró la libertad gracias a estos documentos fue Esteban Pallarols, quien inmediatamente se puso en contacto con tres dirigentes libertarios que se encontraban escondidos en Valencia para constituir la junta nacional del Movimiento Libertario cuya principal actividad fue falsificar documentos que permitieron liberar más presos del campo de Albatera y de otros campos de Valencia, que rápidamente fueron trasladados a Barcelona y de allí a Francia. Para encubrir los viajes Pallarols creó la empresa tapadera Frutera Levantina oficialmente dedicada al transporte de fruta desde Valencia a otras partes de España.2
Los comunistas, por su parte, crearon un comité que logró ponerse en contacto con una red de evasión que desde el otoño de 1938 funcionaba en el norte de España, integrada fundamentalmente por mujeres, para que los que lograran escapar pudieran pasar a Francia. De esta forma cruzaron la frontera varios cuadros medios y altos del PCE que no habían sido evacuados en los momentos finales de la guerra, como Jesús LarrañagaManuel Asarta,Casto García RozaManuel Cristóbal ErrandoneaFélix Llanos o Encarnación Fuyola, entre otros. «El procedimiento de evasión de los presos designados por el comité para la fuga fue a la vez simple e ingenioso. Un grupo de presos encargado de montar un poco más allá de las alambradas tiendas de campaña de procedencia italiana destinadas a alojar a la creciente población penal del campo, empezó a construir en éstas pequeños escondrijos. Los presos que se escapaban de noche del campo se ocultaban en éstos mientras que los soldados de guardia rastreaban toda la zona en su busca. En cuanto se había aflojado la vigilancia los escapados contactaban el primer eslabón de la cadena, y éste, tras haberles facilitado documentación falsificada, los pasaba a su enlace más próximo, y este procedimiento se repetía hasta que el preso había llegado a Pamplona. Allí los solía recoger un grupo de contrabandistas para llevarlos al otro lado de la raya fronteriza». La red funcionó hasta septiembre de 1939 en que fue desarticulada por la policía franquista, siendo detenidos más de un centenar de sus componentes.

El cierre del campo

El campo de concentración se clausuró en el mes de octubre de 1939, poco tiempo después de comenzar la Segunda Guerra Mundial. La mayoría de los presos pasaron entonces a centros penitenciarios, batallones de trabajo, trabajos forzados o fueron condenados a muerte después de un consejo de guerra sumarísimo.
Este campo de concentración que apenas funcionó durante seis meses ha sido calificado por los que allí estuvieron como la más terrible experiencia de toda su vida.
Campo de concentración de Albatera
Una de las pocas imágenes que se conservan del campo de concentración de Albatera
El campo de concentración franquista de Albatera (Alicante) fue uno de los más crueles e inhumanos que hubo en España tras el final de la Guerra Civil, por lo que algunos lo bautizaron como el “Auschwitz español”. Las condiciones de vida en el campo, que funcionó entre abril y octubre de 1936, eran durísimas. La única comida que recibían los presos eran chuscos de pan y sardinas. También era notable la sed que padecieron los presos por la falta de agua y el enorme calor que hacía en el lugar. Allí se produjeron torturas, todo tipo de humillaciones y vejaciones, y fusilamientos. Se numeraba a los presos, de tal forma que si uno de ellos se fugaba, se fusilaba a los que tenían los números anterior y posterior.
“Franco metió a más de 22.000 personas en el campo de concentración de Albatera y muchos murieron deshidratados”, comenta la profesora y escritora cartagenera Isabel María Abellán, que durante varios años ha investigado lo que sucedió en un lugar en el que sólo faltaban las cámaras de gas para igualarse a un campo de exterminio nazi. Basándose en la historia real de Isidro, un republicano anarquista que sufrió y sobrevivió a aquel infierno, con el que la escritora mantuvo largas conversaciones tras conocerlo en 2009, Abellán acaba de publicar la novela ‘Isidro. Relato del campo de concentración de Albatera”.
Isabel María Abellán, que es catedrática de Historia, explica que “en este saladar de Albatera el Gobierno de la II república construyó un campo de trabajo para reclusos comunes, en el que nunca hubo más de 700 personas pese a que su capacidad era para más de 2.000, y terminada la Guerra Civil Franco organizó allí un campo de concentración. Yo me interesé por el tema de una manera casual, investigando sobre la II República en la Comunidad Valenciana, buscando cartas de las personas que se hacinaron en el puerto de Alicante durante los últimos días de la Guerra Civil”.
“Las máquinas lo arrasaron todo para no dejar rastro”A la profesora no le fue fácil indagar sobre este campo de concentración, y más teniendo en cuenta que tras su cierre “el lugar fue declarado zona devastada y las máquinas lo arrasaron todo para no dejar rastro. Luego se creó un poblado artificial (San Isidro) que fue colonizado por gentes de Aragón y el norte de España. La primera casa se entregó en 1956. Es imposible tener muchos datos pues se tuvo mucho cuidado en no dejar rastro, en que todo desapareciera, pero las personas de la zona lo conocían. San Isidro empezó siendo una pedanía de Albatera, y ahora es un municipio independiente”.
Con todo el material recopilado y los testimonios de varias personas, Abellán se decantó por escribir un relato. “Como soy profesora, me parece más pedagógico para mis alumnos escribir una novela que hacer una ponencia para un congreso, que es algo más académico”, indica.
La escritora cartagenera afirma que “el 1 de abril de 1936, al terminar la Guerra Civil, miles de personas estaban en el puerto de Alicante esperando los barcos que prometió Francia. Algunos llegaron, pero Franco impidió luego que entraran más buques franceses. Las tropas franquistas separaron a mujeres y niños. Los hombres fueros apartados, algunos fueron fusilados en el acto en el castillo de Santa Bárbara de Alicante y a otros los condujeron a un campo que se llamó de Los Almendros. Sobre esto Max Aub escribió un libro. Era primavera y pasaban tanta hambre que se comieron hasta las hojas de los almendros. Allí sólo estuvieron unos días”.
“Era un horno y sólo les daban un poco de agua cada dos días”“Las primeras semanas –prosigue Abellán- estuvieron hacinadas en el campo de concentración de Albatera entre 20.000 y 22.000 personas. Según los testimonios que he recogido, estaban como conejos, tenían que permanecer de pie, pues no podían sentarse, y el hacinamiento fue terrible. En ese lugar se encontraba Isidro, que estuvo desde el primer día del campo de concentración hasta que se cerró (octubre de 1936). En agosto muchos murieron deshidratados. Pasaban un hambre atroz, apenas comían, y sólo les daban un poco de agua cada dos días. Al ser una zona salitrosa era como un horno y se cocían. Las enfermedades, el hambre, la deshidratación, todo se juntaba”.
A Isabel María Abellán le pareció tan dura la historia real de Isidro que se decidió por suavizarla a través de la literatura. “En la novela hay aspectos que son reales de la historia de Isidro, otras son ficción. La gran licencia literaria que me ha dado muchísimas posibilidades es la creación de un personaje femenino, Käthe. Cuando empecé a escribir la historia me pareció extremadamente dura y pensé no la iba a querer leer nadie”.
Durante dos años y medio, la escritora tuvo mucha relación con Isidro, desde los 93 años a su muerte. “Hago hincapié en cómo se las ingenió para sobrevivir, porque lo bonito de la historia de Isidro es que es una historia de supervivencia y de amistad. No solo se preocupa de salvar su pellejo, sino que ayuda a muchas personas y es muy emocionante su humanidad”.
 La novela ‘Isidro’
La novela ‘Isidro’ es una historia real, con tintes de ficción. Isidro es un miliciano anarquista en la Barcelona de los primeros momentos de la Guerra Civil. A esta ciudad, llegan brigadistas procedentes de todos los lugares del mundo, entre ellos Käthe, una joven que huye de la Alemania nazi. Así empieza una historia que se desarrolla entre el frente de Aragón, la Barcelona convulsa de 1937 y un campo de concentración, el de Albatera, al que son trasladados, desde el puerto de Alicante, todas las personas que no consiguen partir hacia el exilio al término de la contienda.
Isabel María Abellán es catedrática de Geografía e Historia. Actualmente imparte clases en el IES Alfonso X El Sabio de Murcia. Ha publicado otra novela histórica, ‘La línea del Horizonte’, inspirada también en las duras condiciones de vida en el campo de concentración de Albatera. También ha escrito dos libros de relatos: ‘El último invierno y otros relatos’ y ‘El silencio perturbado’. Con esta última obra quedó ganadora de la Tercera Edición del Premio Internacional Vivendia de Relato, así como finalista al Mejor Libro Murciano del Año en 2008. Ha participado en dos antologías literarias: ‘El corazón delator, obra antológica de narradores murcianos’, y ‘13 para el 21, Antología de Nuevos Escritores’. Ha colaborado, igualmente, en las revistas literarias ‘Irreverentes’ y ‘Lunas de papel’.
P. SÁNCHEZ

Comentarios

  1. Las guerras civiles y también las otras son un sinsentido y un despropósito.

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  4. Las guerras civiles y también las otras son un sinsentido y un despropósito.

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