La primera secuestradora aérea nos cuenta su historia

El 29 de agosto de 1969, Leila Khaled, de 25 años de edad, consiguió entrar en la cabina del vuelo 870 de la TWA y tomó el mando del avión en nombre del Frente Popular para la Liberación de Palestina. Después de aquello se hizo famosa como icono y como terrorista a partes iguales.

FOTO VÍA GETTY IMAGES
El 9 de abril de 1948, una niña palestina de Haifa celebraba su cuarto cumpleaños cuando entre 100 y más de 250 palestinos fueron asesinados a manos de los Irgun y los Lehi, dos organizaciones paramilitares sionistas, en lo que pasó a conocerse como la masacre de Dir Yassin. Aquella masacre fue la prueba definitiva para la familia de la niña de que ya no podían mantener a sus ocho hijos seguros en su país natal y que debían huir. En los días siguientes al derramamiento de sangre, aquella niña, Leila Khaled, se convirtió en refugiada. Y veintiún años más tarde se convertiría en la primera secuestradora aérea del mundo.

Cuando la familia de Khaled abandonó Palestina, se dirigió a la Dahiya, un suburbio al sur de Beirut que ha sido el hogar de miles de refugiados palestinos desde 1948. La Dahiya, donde se ubican los campos de refugiados más importantes como Sabra y Shatila, es un lugar demasiado familiarizado con la inestabilidad y los ataques mortales, cometidos tanto por las fuerzas israelíes como por grupos libaneses cristianos de derechas, como los Falangistas.

Leila Khaled, que ahora tiene 72 años, aceptó a finales de junio hablar conmigo por Skype desde su casa de Jordania. Estaba sentada en su sala de estar y llevaba unas gafas de montura fina y una camisa rosa con bordados blancos tradicionales, una imagen bastante diferente de la mujer que se ve en la icónica foto de Khaled en su juventud, en la que lleva una camisa militar y un keffiyeh —el típico pañuelo blanco y negro que se ha convertido en símbolo del orgullo de Oriente Medio— y en la que sostiene un AK-47. Lleva en la mano un anillo hecho con la anilla de la primera granada que utilizó en sus entrenamientos.

Khaled describió su infancia como simplemente "espantosa", viviendo en un estado constante de incertidumbre en cuanto a su país y también a su familia. Cuando abandonaron el país, inicialmente su padre se quedó atrás para luchar por Palestina y no se reunió con su mujer y a sus hijos en la Dahiya hasta seis meses después de que hubieran hecho el viaje inicial. Conforme crecía, Khaled recuerda que hacía constantemente dos preguntas a sus padres: "¿Por qué vivimos así?" y "¿Cuándo vamos a volver?".

Como sucede con muchas familias de refugiados, especialmente en la Dahiya, los Khaled tuvieron que enfrentarse a la pobreza. "Nunca tuve un lápiz entero", me dijo Khaled, "siempre la mitad. Mi madre lo cortaba en dos para que todos sus hijos pudiéramos ir al colegio". A pesar de eso, la familia Khaled lo tuvo mejor que la mayoría de familias refugiadas que no contaban con las conexiones familiares en Líbano que permitieron que Leila y su familia obtuvieran cobijo y comida. Aun así, ellos, como muchos otros, recurrieron a la UNRWA, la Agencia de la ONU para la Atención a los Refugiados Palestinos.
"El momento más feliz fue cuando sobrevolamos Palestina y vi mi cuidad desde el aire"
A finales de la década de 1950, la atmósfera de la zona era un reflejo del "auge del espíritu nacional", en palabras de Khaled, y ella a menudo participaba en las frecuentes manifestaciones públicas que se organizaban en su comunidad para crear conciencia sobre los sufrimientos de los palestinos. Fue entonces cuando su implicación con la resistencia palestina empezó a evolucionar desde la pasividad al activismo. Muchos de sus hermanos mayores se habían unido al Movimiento Nacionalista Árabe (MNA), cuya principal meta era obtener la liberación de Palestina. Al inicio de su adolescencia, como a Khaled todavía no se le permitía luchar con el MNA, contribuía proporcionando alimento y apoyo a los combatientes incluso en medio de peligrosas batallas. A los 16 años fue aceptada como miembro oficial.

En 1967, cuando Khaled tenía 23 años, se unió al Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) a pesar de la objeción de su madre. Según el libro de Sarah Irving Leila Khaled: Icon of Palestinian Liberation (Leila Khaled: icono de la Liberación palestina), la madre de Khaled le dijo "Deja que tus hermanos vayan y sean quienes combatan", pero Leila Khaled no quería permanecer en un segundo plano dentro del movimiento. "Llamar a la lucha armada, ese era mi sueño", me dijo.

El FPLP se considera una organización terrorista en lugares como EE. UU. y la UE y sus tendencias políticas suelen describirse como laicas y Marxistas-Leninistas. Cuando se formó el FPLP, afirma Khaled, estaba claro que la organización deseaba que tanto hombres como mujeres se implicaran activamente en la resistencia y, cuando se le asignó la misión de participar en un secuestro aéreo en 1969, vio aquello como la demostración de esa idea de igualdad.

El 29 de agosto de 1969, Khaled y otro miembro del FPLP, Salim Issawi, secuestraron el vuelo 840 de la TWA en su ruta desde Roma hasta Tel Aviv. Khaled subió a bordo del avión llevando una granada de mano y una pistola. Una vez en el aire, ambos mostraron sus armas, consiguieron llegar a la cabina y dijeron, "El Movimiento Palestino toma control de su avión", según Harry Oakley, el copiloto. Entonces dieron instrucciones a los pilotos para que redirigieran el avión a Damasco, pero no antes de sobrevolar Palestina. "Cuando sobrevolamos Palestina y vi mi cuidad, Haifa, desde el aire", me dijo. "aquel fue el momento más feliz y no el secuestro en sí".

A pesar de ser una mujer joven a punto de adentrarse en una misión que o bien acabaría con su vida o la cambiaría para siempre, Khaled no estaba nerviosa. "Al contrario", me explicó, "estaba feliz porque iba a hacer algo por mi gente". En cuanto a la finalidad del secuestro, Khaled es muy directa. "Nuestra intención era que el mundo entero se preguntara: ¿Quiénes son los palestinos? Después de 1948 se nos trataba como refugiados que necesitaban ayuda humanitaria y punto, sin reconocer nuestro derecho a regresar. Además de que había que liberar a los prisioneros".

Tras el aterrizaje, Khaled e Issawi evacuaron el Boeing 707 e Issawi procedió a hacer estallar el morro del avión cuando ya estaba completamente vacío sobre el cemento. "Teníamos instrucciones de no dañar a los pasajeros", dijo Khaled. "Instrucciones muy estrictas de no hacer daño a nadie y de tratar al piloto y a la tripulación con cortesía, ni siquiera debíamos asustarles". Aun así, Khaled es consciente de que sus acciones sin duda asustaron a los inocentes pasajeros, pero para ella ese miedo momentáneo fue un pequeño precio que tuvieron que pagar para que ella pudiera mostrar al mundo el sufrimiento de su gente.

Khaled en 2009. Foto vía Wikimedia Commons
En este mundo post-11 de septiembre resulta difícil de imaginar, pero en 1969 los secuestros aéreos eran una táctica relativamente nueva y no se consideraban merecedores de condenas a muerte como sucede hoy en día. La grabación en vídeo de los pasajeros a bordo del vuelo 840 de la TWA muestra a una multitud relativamente tranquila. Incluso algunos expresan comprensión hacia las acciones de Khaled e Issawi. En las grabaciones de las entrevistas con los pasajeros después de que aterrizara el avión, un hombre reflexiona: "Había un asesino israelí a bordo responsable de las muertes de muchas mujeres y muchos niños árabes, y todo lo que ellos querían era llevar a este asesino hasta una ciudad árabe aliada y ofrecerle un juicio justo". El "asesino" al que se refería el hombre era Yitzhak Rabin. En aquella época era el embajador de Israel en Estados Unidos y tenía programado tomar el vuelo 840 de la TWA aquel día, pero un cambio de planes en el último minuto hizo que no fuera así. A pesar de la comprensión de algunos —como ese pasajero—, muchos otros estaban comprensiblemente disgustados y afectados.

Tras seis semanas de huelgas de hambre esporádicas e interrogatorios en Siria, Khaled e Issawi fueron puestos en libertad. Mientras estuvieron en prisión, Siria entró en negociaciones con Israel que desembocaron en la liberación de los prisioneros palestinos que habían estado recluidos en prisiones israelíes. Esto —y el gran frenesí de atención que etiquetó a Khaled de heroína entre muchos palestinos además de poner la historia de Palestina en el punto de mira del mundo entero— fue suficiente para que Khaled considerara que la misión había sido todo un éxito.

Otros, sin embargo, (incluyendo muchos palestinos) no estaban de acuerdo. Para algunas personas, tanto si Khaled era consciente en su día o no, este secuestro aéreo vincularía la palabra terrorismo a la resistencia palestina en los años venideros. Muchos creyeron que su misión manchó la imagen de los palestinos frente al mundo. En lugar de refugiados necesitados de ayuda, los palestinos eran ahora terroristas que no merecían simpatía alguna. En 2006, la cineasta palestino-sueca Lina Makboul realizó un documental titulado Leila Khaled: Hijacker (Leila Khaled: secuestradora aérea). El filme termina cuando Makboul le pregunta a Khaled, "¿Nunca pensaste que lo que estabas haciendo daría mala reputación a los palestinos?".
"Nuestra intención era que el mundo entero se preguntara: ¿Quiénes son los palestinos?"
Entonces, la entrevista se corta. "Al no incluir su respuesta", me dijo Makboul, "quería mostrar que a fin de cuentas en realidad no importa, porque ella lo hizo igualmente".

Después del primer secuestro aéreo, Leila Khaled no tardó en convertirse en todo un icono dentro de la resistencia palestina. Se imprimieron carteles con la famosa foto y se colgaron en torno a los campos de refugiados que ocupaban la Ribera Occidental, Gaza y el territorio de la diáspora. Llegó a ser muy conocida, pero eso supuso un problema por dos motivos. Por una parte, ella nunca buscó la fama personal. De hecho le parecía bastante molesta. "Algunas personas me preguntaban '¿Cuántas horas pasas frente al espejo?'", me dijo. "Como si esa pregunta tuviera algún tipo de lógica". A menudo se negaba a responder. "Estábamos felices de responder todas las preguntas que tuvieran que ver con la causa en sí", me contó, "los problemas principales, el porqué del conflicto, quién oprimía a quién, etc... Todos esos son los principales temas que queremos que se debatan en los medios y no si tengo novio o no. Eso no sirve para nada".

El segundo problema fue que el hecho de ser tan reconocible le dificultó continuar su labor con el FPLP. En 1970, Khaled fue designada para participar en otro secuestro aéreo, pero su notoriedad por aquella fecha implicaba que ya no podía pasar desapercibida como antes. Aun así, ninguna medida era demasiado drástica en lo referente a la cuestión de Palestina: entre el primer secuestro y el segundo, Khaled se sometió a seis operaciones de cirugía plástica en el Líbano.

El 6 de septiembre de 1970, Khaled y un hombre de procedencia medio nicaragüense medio norteamericana llamado Patrick Argüello, que participaba como voluntario en el FPLP, trataron de secuestrar un avión en su trayecto desde Ámsterdam a la Ciudad de Nueva York. En esta ocasión, la misión de Khaled no fue tan bien. Tras llegar hasta la cabina y amenazar con hacer explotar el avión, Khaled fue reducida en el aire por varios guardias y pasajeros mientras sostenía dos granadas de mano y una pistola. Intentando defenderla, Argüello disparó a quienes la tenían reducida, pero recibió un disparo y murió más tarde a causa de las heridas. Al mismo tiempo, el piloto del vuelo 2019 de El Al tomó la inteligente decisión de hacer que el avión cayera en picado, de modo que Khaled perdió el equilibrio y eso la hizo más vulnerable al ataque, a pesar de las armas que visiblemente llevaba encima. Con Khaled fuera de juego a manos de los hombres que la habían reducido rompiéndole las costillas —y con Argüello muerto—, el avión realizó un aterrizaje de emergencia en Londres.

Después de pasar por el hospital, Khaled fue retenida e interrogada por las autoridades británicas mientras el FPLP mantenía como rehenes a los pasajeros que había a bordo del resto de aviones secuestrados, tratando de negociar con sus países de origen. La mayoría fueron liberados en Amán unos días después, pero el FPLP mantuvo a 40 de ellos, argumentando que eran miembros del ejército israelí y, por tanto, "prisioneros de guerra". El 30 de septiembre las autoridades británicas dejaron libre a Khaled como parte del trato negociado con el FPLP y varios prisioneros palestinos que cumplían condena en cárceles europeas fueron también puestos en libertad.

Tras su liberación, Khaled regresó a Beirut y comenzó a trabajar de nuevo, aunque constantemente debía mudarse para garantizar su seguridad. En noviembre de 1970, apenas dos meses después de haber salido de la cárcel, se casó con el hombre que le enseñó a usar un arma por primera vez. Él era comandante militar en el FPLP y había estado encarcelado diez años en Irak, su país de origen, por su implicación con el Partido Comunista. Pero conforme aumentaba la tensión en Jordania y el esposo de Khaled empezó a recibir presiones para ir a luchar con sus hombres, su relación empezó a desintegrarse. Cuando Khaled ya era incapaz de ignorar las amenazas de Israel y decidió esconderse, quedó claro que su matrimonio ya no funcionaba, de modo que la pareja decidió divorciarse.

En 1973 Khaled decidió mudarse al campo de refugiados Shatila, en Beirut. Cuando Khaled visita el campo de refugiados Shatila de Beirut con Lina Makboul en el documental de esta última, queda claro que se la recibe como a una heroína. "Siempre he soñado con caminar a tu lado", le dice un hombre mientras ella avanza por el campamento para ir a visitar a una antigua camarada. Otro la señala bromeando, "¿Conocéis a Leila Khaled? ¡Es una terrorista!".

Aunque Khaled es ampliamente conocida por los secuestros aéreos que sucedieron hace más de 40 años, no se ha apartado de la resistencia desde entonces. En el tiempo que transcurrió después de sus secuestros, Leila Khaled se implicó en la Unión General de Mujeres Palestinas (UGMP) y se unió al Consejo Nacional Palestino (CNP). Las amenazas contra su seguridad pasaron a formar parte de su vida diaria y con frecuencia llegaron a materializarse. Las Navidades de 1975 llegó a casa y encontró a su hermana y al prometido de esta muertos en su apartamento a causa de un disparo de arma de fuego. El objetivo en realidad era ella.

En 1978 abandonó el Líbano para estudiar historia en la Unión Soviética, conde conoció a su segundo marido, Fayez Hilal, estudiante de medicina y compañero en el FPLP, pero dos años después de comenzar sus estudios la resistencia la llamó y ella regresó al Líbano para trabajar en la oficina de la Organización para la Liberación de Palestina. Khaled y Hilal tuvieron dos hijos durante la década de 1980, Badar y Bashar.
"Cuando ves las injusticias y eres consciente de quién es tu opresor, actúas como un ser humano, seas hombre o mujer".
Nunca fue fácil ser mujer dentro de la resistencia, por no hablar ya de ser madre. Se esperaba de ella que hablara en nombre de toda la población palestina femenina. "Debía ser la voz de las mujeres, aquellas a quienes nadie ve", me dijo. Aun así, sigue manteniendo que las víctimas del conflicto son los palestinos en general, no las mujeres o los hombres. "Cuando ves las injusticias y eres consciente de quién es tu opresor, actúas como un ser humano, seas hombre o mujer", dijo. "Los hombres estaban combatiendo, dando su vida por la causa, pero las mujeres también entregaban sus vidas. Tanto hombres como mujeres fueron encarcelados".

Actualmente, Khaled es un icono no solo de la resistencia palestina contra la ocupación israelí, sino del movimiento a favor de los derechos de las mujeres palestinas. "La revolución cambió la imagen de las mujeres palestinas", explicó. "Están dentro de la revolución en igualdad de condiciones con los hombres y pueden hacer cualquier cosa que precise la revolución".

Cuando pregunté a Khaled sobre la religión, indicó con firmeza que su enemigo nunca fue el judaísmo. Después de su segundo secuestro, Khaled fue llevada de urgencia a un hospital de Londres, donde un policía le informó de que su médico era judío. A Khaled no le importó. "Mi lucha era contra los sionistas, no contra los judíos", explicó más tarde Khaled a Sarah Irving. "El policía no comprendía la diferencia y yo tenía demasiados dolores como para explicársela".

A diferencia de la mayoría de organizaciones terroristas famosas actuales, la organización de Khaled, el FPLP, tiene la reputación de ser laica. Cuando hablé con Khaled era la última semana del Ramadán, pero ella me dijo que no es especialmente religiosa. "Mi opinión es que seas lo que seas —ya creas en el Islam, en la Cristiandad o en el Judaísmo—, tus creencias son algo personal", me dijo. Cuando le pregunté si era islamista practicante me dijo, "Yo practico los valores de la humanidad y esos valores también los menciona el Islam: la honestidad y la ayuda a los más necesitados".

Khaled ha sido tildada tanto de secuestradora árabe-marxista como de luchadora por la libertad y se la considera tanto una terrorista como una heroína. Cuando le pedí que definiera el terrorismo, su respuesta fue "la ocupación". La Leila Khaled que aparecía en mi pantalla de Skype había pasado por mucho más que la joven de la foto con la cabeza informalmente envuelta en un keffiyeh, pero en lo fundamental las dos son iguales. El debate 'terrorista/luchadora por la libertad' puede resultar relativo en lo referente a Khaled, pero su inquebrantable devoción y su pasión por Palestina son indiscutibles. "Procedo de una familia que cree en el Islam", me dijo, "pero no soy una fanática. Soy fanática con respecto a Palestina.


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