Objetivo político prioritario, el final del tiempo monárquico en España

"Algo distinto tendrá que decir Pablo Iglesias el próximo sábado, 23 de marzo, si quiere regresar de verdad al centro del tablero mediático. No tengo información sobre lo que haya mascullado, pero seguro que no ha concedido vacaciones a sus neuronas durante la baja por paternidad.
Solo se me ocurre que señalar como objetivo político prioritario el final del tiempo monárquico en España le permitirá dar la nota que necesita. De esa forma obligaría a definirse a más de uno, se colocaría a una distancia imposible para Errejón y, además, podría robarle a Sánchez algunos de los votos anti franquistas que espera conseguir gracias a la exhumación de nunca acabar. Además, subiría a Podemos al tren del republicanismo emergente que se está construyendo con las sucesivas movidas locales que se promueven desde grupos juveniles que no sufren de prejuicios hacia los catalanes pero que, para suerte de Podemos y del PSOE, no han tenido tiempo de madurar una candidatura republicana potente y unitaria a las elecciones generales.
Relacionando con Catalunya, este golpe de timón de Iglesias sería la única manera de capitalizar la fuerza argumental de lo que todos saben, pero nadie reconoce: que solo la posibilidad de una república en España tendría hoy la fuerza necesaria para hacer dudar a un porcentaje mínimo, pero quizás bastante, de independentistas. Tal como le ocurrió a Sánchez tras aquel Ferraz, aunque de momento por otros motivos, nada tiene que perder ante el retroceso que anuncian las encuestas. Además, todo tiene un límite, y las incoherencias de Iglesias sobre la monarquía también, y más en alguien que sacó la “cal viva” del antiguo González contra el moderno Sánchez. Que mal suena hoy recordar aquel pleno del Congreso, pero quizás peores fueron sus consecuencias. Para Podemos.
Por si sirve para convencer, la cotización de la monarquía en España baja cada día. Pies de plomo antes de iniciar cualquier movimiento y ya no hay ni quien le quiera comprar a la naviera Balearia ese muerto llamado “Fortuna”, que quizás compró bajo presión y que tantas veces pisó Felipe durante sus veraneos en Mallorca, cuando aún no era sexto.
En otra de las curvas hacia la república, el conflicto territorial con Catalunya no para de complicarse porque es político, y política es lo que nadie ha querido hacer jamás desde “Madrid”, salvo que nos sumemos a quienes defienden que “la justicia es la política por otros medios”. Resulta deprimente constatar que, en este país, el único avance que hemos conseguido en el arte de buscar soluciones a los conflictos políticos haya sido cambiar la palabra “guerra” por “justicia”, en aquella famosa y cruel sentencia de von Clausewitz.
Sánchez ha definido su programa electoral: hablar, por una parte y, por otra, asegurar que, con el PSOE, Catalunya no conseguirá la independencia. Su primer compromiso solo depende de él, porque lo único que tiene que hacer es no callarse y tampoco dejar “vacía” su silla. En cambio, el segundo son palabras mayores, con muchos más actores implicados, comenzando por su “otro yo”. Por mucho que P.S. siga huyendo ahora de aquella “España plurinacional” que se sacó del baúl de los recuerdos cuando el referéndum del 1 de octubre aún no molestaba, sabe que eso le permitió conseguir muchos votos de andaluces también catalanes contra Susana. Y también que se trata de un concepto que no cabe en esta Constitución.
Hoy, cómodamente “atrapado por su pasado”, Sánchez sabe que el 28A viene cargado de respuestas pendientes de inventar, muchas más que todas las alegrías que puedan caber en una noche electoral. El líder del PSOE, una vez renovado su grupo parlamentario con una mayoría clara de afines, estará obligado a plasmar su “España plurinacional” en el proyecto de una nueva Constitución de la que quiere ser el líder principal, y con la que se asegurará cientos de portadas durante años, recortando de paso el privilegio mediático que se ha ganado a pulso el independentismo catalán.
No creo que Sánchez desaproveche la oportunidad si el PP más los de Abascal no llegan a un tercio de los diputados del Congreso, cosa que algunas encuestas no descartan. Aunque solo lanzara esa reforma en modo globo sonda, sabe que podría ser la única manera, si aún existe, para confundir a muchos catalanes, lo que para él ya sería un éxito importante.
Pero que la reforma constitucional pueda tocar la forma de Estado dependerá también de la ronda de urnas del 26 de mayo, de unas nuevas autonómicas en Catalunya que fortalezcan al independentismo y de muchos imponderables más, no solo dentro de nuestras fronteras.
Porque, a diferencia de cualquier izquierda de las de toda España hasta la fecha, para Puigdemont, Junqueras y los suyos, tan diversos como convencidos de lo que buscan, “República” es siempre una palabra que suma."
Del art. "Sánchez, Iglesias y Puigdemont son curvas hacia la República" de Domingo Sanz

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